miércoles, 30 de marzo de 2016

DISEÑO Y ARTESANÍA: LÍMITES DE INTERVENCIÓN Eduardo Barroso Neto / Brasil – 1999

Lo primero a tomar en cuenta cuando se quiere trabajar con las artesanías es que para cada tipo de producto existe un límite que no debe traspasarse, es decir, por más bien intencionada que sea la intervención, se corre el riesgo de que resulte nociva.

Cada producto, de acuerdo a su origen y naturaleza pertenece a una determinada categoría; ésta definirá el tipo de apoyo que se necesita.

Si imaginamos la típica pirámide de consumo adoptada por los especialistas en mercadotecnia, podríamos dividirla en 5 niveles distintos:

La punta de la pirámide, viéndola desde el punto de vista de la demanda, correspondería a un nicho de mercado reducido y de alto poder adquisitivo; del lado de la oferta, correspondería a los productos exclusivos, piezas únicas y de producción limitada. En este primer nivel estarían los trabajos de los artistas populares, los maestros artesanos, cuya principal motivación es la búsqueda de la satisfacción personal. Los productos de este nicho son verdaderos arquetipos, que serán tomados como modelos para los futuros artesanos. En este primer nivel cuanto menos intervención externa exista, mejor. Cuanto menor sea la influencia que el artista reciba de su entorno o del mercado, probablemente más original y única será su obra. La única intervención aceptable en este nivel será en el sentido de promover, premiar, destacar, o sea, valorar a estos artistas frente al público en general. Poniendo en evidencia el trabajo de los maestros, como consecuencia una legión de admiradores y seguidores surgirá naturalmente.

En Colombia anualmente se entrega un premio denominado “Manos de Maestro”, cuyo principal objetivo es el reconocer el mérito de aquellas personas que hicieron de su trabajo una referencia de calidad y de aceptación en el mercado.

En el segundo nivel de la pirámide estarían los productos tradicionales, indígenas, de fuerte contenido étnico, también llamada “artesanía de referencia cultural”. Son piezas que exigen gran destreza y habilidad y por general producidas en pequeña escala. Son originales de una cultura tradicional, heredada de padres a hijos, de maestros a aprendices. Enseñan parte de la historia y de la trayectoria del grupo social que la produce. En este grupo la mejor intervención es la que agrega valor sin alterar la esencia original de los productos. El valor agregado en este tipo de productos se obtiene por medio de empaques adecuados que lo revalorizan, sellos de procedencia, etiquetas que lo explican, resumiendo un poco de la historia del mismo. Se pueden hacer intervenciones directamente en los productos para atender a ciertas demandas especificas del mercado, pero es necesario respetar las características del proceso de producción y preservar los principales elementos de referencia cultural, de esta forma, el proceso de rediseño debe hacerse en conjunto con el artesano. Los cambios por general son graduales y ocurren solamente en una pequeña parte de la producción. Como medida de precaución comercial la renovación de un catálogo de productos no debe ser mayor al 20% del grupo de piezas producidas.

En el tercer nivel está la artesanía contemporánea, urbana, producida por individuos con una base cultural y tecnológica más amplia, también conocida como, “artesanía de Creación”. Su valor comercial está en gran medida, determinado por el equilibrio entre el valor expresivo (referentes estéticos y culturales) y el valor de uso. En este nivel las intervenciones pueden ser totales y radicales, yendo de la substitución de materia prima, pasando por la racionalización de la producción, diseño de nuevos productos, estrategias comerciales, llegando hasta la gestión del negocio, porque en este nivel en general, el artesano es un aspirante a empresario. Su principal motivación es la ganancia económica, la necesidad de supervivencia.

En el cuarto nivel están los productos típicos de una determinada región, tales como: dulces, compotas, jaleas, vinos, licores, aguardiente, frutas secas o procesadas, flores deshidratadas, esencias, etc. Estos productos tienen gran importancia porque junto con la artesanía tradicional pueden formar una mezcla de productos, apoyándose mutuamente. Para estos productos típicos la mejor intervención es la propuesta de sistemas de promoción y de sumarle valor agregado, incluyendo empaques, etiquetas, rótulos y campañas publicitarias, stands de ventas y todo tipo de material promocional. Otro apoyo importante en este segmento esta relacionado a optimizar y modernizar los procesos de producción, incorporación de nuevas tecnologías, reduciendo etapas en el proceso, disminuyendo tiempos, y mejorando la calidad.

En el ultimo nivel esta la artesanía de producción a gran escala, la industria del “souvenir” y recuerdos, también denominada “artesanía estereotipada”. En general son productos banales, de bajo costo y grandes volúmenes, que vulgarizan elementos típicos de la cultura local. En virtud de sus características, estos productos pueden producirse independientemente de su lugar de origen, pues en este caso no traen ningún beneficio a la región. Muchos denominan esta producción de “industrianía”, neologismo irónico, pues coloca en evidencia la contradicción que existe en adoptar principios “fordistas-tayloristas” a la producción manual. El beneficio que se puede rescatar de este tipo de artesanía, cuando es producida en la región, es la posibilidad de emplear a una cantidad considerada de mano de obra con baja instrucción, y que encuentra en este tipo de producción una oportunidad de trabajo. En este nivel, el mejor apoyo es la introducción de métodos y técnicas modernas y eficientes de gestión empresarial, o la propuesta de productos con un diseño de acuerdo a su público consumidor.

Es interesante observar en esta clasificación, que cuanto más subimos en dirección al vértice de la pirámide, mayor es el valor cultural de los productos y menor el uso de elementos de mecanización de la producción, y la intervención del diseño industrial debe ser menor. Lejos de querer establecer límites rígidos para la actuación del diseñador, esta clasificación intenta solamente proponer algunos parámetros éticos que deben ser considerados cuando se pretende rediseñar una determinada producción artesanal. La cuestión ética en el diseño ha sido debate en los últimos 40 años, teniendo al ICSID como líder de este proceso. Un código de ética fue publicado hace 30 años, durante unl Congreso mundial de diseño. Sin embargo, dicho código es desconocido por la mayoría absoluta de los profesionales.

Las escuelas de diseño en todo Brasil, salvo raras excepciones, no incluyen en su programa una disciplina que discuta las cuestiones éticas. De la misma forma, este tema no se considera en los congresos de categoría.

Por tratarse de un acuerdo colectivo, la ausencia de ética preocupa, porque trivializa las relaciones profesionales en un mercado donde la oferta siempre fue mucho mayor que la demanda. Con diploma de diseño existen solamente en Brasil, mas de 30.000 profesionales oriundos de más de 42 escuelas, sin contar con los autodidactas, profesionales de otras áreas tangentes como la arquitectura, decoración y artes plásticas.

Un comportamiento éticamente aceptable debería pasar por una revisión de ciertas cuestiones ligadas al estimulo y al fomento de estilos de vida egoísta, predadores del medio ambiente, inductores de un consumo desenfrenado.

Los productos concebidos apenas para seducir, que son antes que nada apariencia y status, solamente encontraron justificación después de la Segunda Guerra Mundial, cuando era urgente recolocar en el mercado de trabajo a millones de soldados que volvían a sus hogares, cambiando la orientación de un parque industrial dirigido a un esfuerzo de guerra hacia un mercado de consumo doméstico. Estos nuevos productos deberían elevar la economía, y por esta razón se justificaba el uso de todo tipo de estrategias de marketing para inducir su consumo. Sin embargo la situación hoy en día, transcurridos apenas cincuenta años es totalmente distinta. El agotamiento acelerado de los recursos naturales no renovables, la concentración exagerada de riqueza, exigen una actitud diferente y más consecuente.

En un artículo publicado en la revista “La Aldea Humana” editada por el LBDI en 1997, el diseñador alemán Alexander Neumeister sostiene que “... sobre este enfoque plural, el proceso creativo (generador de nuevas realidades) debe venir acompañado de un sentimiento profundo de responsabilidad, no sólo en el sentido estricto del carácter jurídico, pero sí desde un punto de vista moral. Debe originarse de un proceso de conscientización de la importancia de nuestras elecciones y de la propia revisión de las necesidades reales que tenemos sobre productos. De esta forma se vuelve necesaria la formulación de una nueva propuesta de ética profesional para los diseñadores basada en la conscientización del equilibrio precario de nuestro planeta, de las relaciones existentes entre los hombres y su medio, entre presente y pasado, entre tradición e innovación entre identidad cultural y perspectiva global”.

En esta perspectiva los diseñadores deberían abstraerse del ansia de protagonismo y del deseo narcisista de pasar a la posteridad como hacedores de objetos de adoración.

Deben evolucionar de simples creadores de productos cuya motivación e interés son la inducción del consumo para el crecimiento de las industrias y la promoción del desarrollo económico, para decodificadores de necesidades y anhelos sociales, proyectando un nuevo “estilo de vida”, menos egoísta, hedonista, narcisista, consumista y auto-destructivo.

Pensar en los productos como un medio y no un fin. Esto no significa una defensa tardía de la ideología funcionalista, que pretende subordinar los elementos constitutivos de un determinado producto y su función y cuya formas deberían por lo tanto tener un carácter y comprensión universales.

El contenido simbólico de los artefactos esta intrínsecamente ligado a su valor de uso, debiendo pues ser entendido, respetado y valorizado. En este punto vale recordar, también, otra característica del diseño como individuo, cuya diferenciación profesional reside, sobretodo, en sus capacidades de buscar respuestas innovadoras para problemas de naturaleza técnica, a partir de la decodificación de repertorios culturales.

Esta nueva actitud incluye el trabajo integrado y multidisciplinario con un abordaje sistemático, en oposición a la jerarquía y acentuada especialización, la valoración del conocimiento intuitivo al lado de la deducción racional; la cooperación y las alianzas estratégicas, en oposición a la competencia; el respeto a la cultura y al medio ambiente, en defensa del desarrollo sustentable; en oposición al desperdicio y al consumo desenfrenado, la compasión, la solidaridad y el compromiso social.

Al poner en el centro de nuestras preocupaciones la búsqueda de mejores soluciones para los problemas que se nos presentan en nuestra vida cotidiana, y actuando siempre a partir de una perspectiva holística, los productos resultantes pasarían, naturalmente, a tener una convergencia con su contexto de producción y uso. Es precisamente esta convergencia el principio de unidad deseado y la base sobre la cual se construye una identidad.

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EDUARDO BARROSO NETO

Consultor Brasileño especialista en Planeación y Gestión del Diseño, nacido en 1953. Graduado en Diseño Industrial (1978) por la FUMA (Brasil). Maestría en Diseño Urbano por la ECAL (Suiza). Doctorado en Ingeniería de Producción por la UFSC (Brasil). Posgraduado en Desarrollo Rural por la Cori / Lucca – Italia y en Administración del Diseño por la Domus Academy (Milán – Italia). 25 años de experiencia profesional como consultor en diseño con más de 100 proyectos realizados para industrias de Alemania, Brasil, Francia, Italia y Suecia. Maestro y conferencista invitado a más de 40 universidades de Sudáfrica, Argentina, Bélgica, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Corea del Sur, Cuba, España, Francia, Italia, Japón, México, Suiza y Taiwan. Diseñador del Centro Tecnológico de Minas Gerais, Belo Horizonte, Brasil, del 1973 a 1979. Diseñador del Gobierno Municipal de Lausanne / Suiza del 1980 a 1981. Analista de desarrollo científico del CNPq. (Consejo Nacional de Ciencia Y Tecnologia de Brasil). De 1983 a 1986 coordinó el Programa de Diseño y el Programa de Transferencia de Tecnologías Apropiadas, ambos del CNPq. Por 10 años (87 - 97) fue director del Laboratorio Brasileiro de Design LBDI, con sede en Florianópolis, Santa Catarina, Brasil. Director del Consejo Internacional de las Sociedades de Diseño Industrial ICSID de 1993 a 1997. Actualmente es Director del Centro de Design do Ceará, Brasil.

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